(El modelo
pedagógico del
Merani)
Julián De Zubiría
Samper
La Escuela Tradicional y las visiones heteroestructurantes
La Escuela Tradicional privilegió como finalidad educativa el aprendizaje de
conocimientos específicos y de normas de convivencia familiar y social,
aspirando con ello a que el acervo de la cultura fuera adquirido por las nuevas
generaciones y a que éstas alcanzaran, según la sabia expresión de Kant, la
mayoría de edad. Según esta finalidad, el arte de instruir consiste en lograr que
el niño se acerque a los grandes modelos en la historia humana. Este objetivo
se logra imitando y copiando lo que han elaborado culturalmente quienes les
han antecedido. En este sentido, el principal papel del maestro será el de
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"repetir y hacer repetir", "corregir y hacer corregir", en tanto que el estudiante
deberá imitar y copiar, ya que se supone que es gracias a la reiteración, que
podrá aprender y retener conocimientos y normas1. Por consiguiente, es una
escuela en la que el alumno se cosifica y de allí el nombre de “escuela en
tercera persona” que le da Not (1992). Se trata entonces de una escuela en la
que los aprendizajes carecen de significancia - según la hermosa y
contundente expresión ausubeliana (Ausubel, 2001) -, y de trascendencia -
según la profunda caracterización que realiza Feuerstein sobre los criterios
esenciales y universales de todas las mediaciones (Feurstein, 1993).
Al abandonar la pregunta sobre los contenidos fundamentales a enseñar en la
escuela y al presuponer que los contenidos deben ser los mismos que se han
enseñado desde tiempos inmemoriales, la Escuela Tradicional se perdió en la
maraña de las informaciones específicas y dejó el problema de la selección de
los contenidos al azar y al tiempo. Las ciencias enseñadas en la escuela
perdieron su carácter abstracto y explicativo de la realidad y el niño perdió la
posibilidad de cualificar su representación del mundo y de desarrollar su
pensamiento, manteniendo así las representaciones que elaboró como niño y
debilitando las motivaciones y las preguntas infantiles.
El filósofo griego Aristocles, más conocido como Platón, en su diálogo “Las
Leyes” reflexiona a través de Clinias sobre la necesidad de seleccionar los
contenidos y de privilegiar la profundización sobre la extensión en la escuela,
demostrando con ello una profunda agudeza pedagógica. Decía Platón que:
‘’La ignorancia absoluta no es el mayor de los males ni el más
temible; una vasta extensión de conocimientos mal digeridos es
cosa peor’’.
Hoy, veinticinco siglos después, su reflexión olvidada sigue vigente.
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